Estados Unidos empieza a recibir a solicitantes de asilo desde México
La Organización Internacional para las Migraciones realiza en México pruebas de detección del COVID-19 a los solicitantes de asilo y pone en cuarentena durante 10 días a todo aquel que dé positivo. En San Diego, incluso los solicitantes de asilo que dieron negativo estarán en cuarentena en hoteles durante siete días, atendiendo las directrices de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Una coalición de grupos no gubernamentales llamada Red de Respuesta Rápida de San Diego proporcionará habitaciones de hotel, coordinará el transporte y efectuará revisiones médicas, señaló Hopkins. La agencia Jewish Family Service adquirirá boletos de autobús o de avión si los solicitantes de asilo no pueden pagarlos, y ropa invernal de ser necesario.
“Nos aseguraremos de que están saludables y en buen estado para viajar”, dijo Hopkins en una entrevista.
Unos 70.000 solicitantes de asilo han formado parte del programa Permanecer en México desde que comenzó en enero de 2019.
Aquellos cuyos casos fueron descartados o denegados no pueden volver al país, pero las autoridades estadounidenses no han descartado proporcionar algún tipo de ayuda más adelante.
El gobierno de Biden, que dejó de inscribir a los recién llegados en su primer día como presidente, dijo la semana pasada que los solicitantes de asilo con casos activos serían liberados en Estados Unidos con notificaciones para comparecer ante cortes migratorias lo más cerca posible de su destino final. Esto supuso un gran alivio para los que tienen esta opción, aunque Washington y la ONU pidieron que no haya llegadas masivas a la frontera.
Edwin Gómez, quien dijo que su esposa y su hijo de 14 años fueron asesinados por pandillas en El Salvador después de que él no pudo pagar las extorsiones que le exigían por su taller de autos, estaba ansioso por reunirse con su hija de 15 años en Austin, Texas. Ella ya recibió asilo y vive con familiares.
“Nunca pensé que esto fuese a pasar”, dijo Gómez, de 36 años, el miércoles en Tijuana, México, en un cruce fronterizo con San Diego.
En la ciudad mexicana de Matamoros, al sur del río Bravo, la salvadoreña Enda Marisol Rivera y su hijo de 10 años han estado soportando gélidas temperaturas esta semana, acurrucados bajo pilas de mantas donadas dentro de una tienda hecha con lonas. Su estufa de gas propano se congeló, dijo. A pesar de las dificultades causadas por la ola de frío polar que afectó a Texas y el norte de México, Rivera estaba de buen ánimo.
Ella y su hijo están entre aproximadamente 850 migrantes que viven en un campamento instalado en un extenso parque de Matamoros, que solicitaron asilo y se les dijo que debían esperar en México a conocer la fecha de su juicio. Muchos rechazaron esta semana los ofrecimientos para trasladarse a albergues en la ciudad por temor a perder su oportunidad para ingresar a Estados Unidos si no están cerca de la frontera.
Rivera está esperanzada de que podrá ingresar a Estados Unidos, donde podría vivir con su hermana en Los Ángeles mientras su caso avanza en los tribunales.
“Confiamos en Dios que logremos pasar”, dijo el miércoles. “Ya hemos pasado bastante tiempo acá”.